Si notamos que nuestro gato pierde peso, se cansa más, no tolera el ejercicio ni el calor o duerme más de lo habitual, es conveniente que le llevemos al veterinario para que le realice un chequeo. Si encontramos signos clínicos más serios como dificultad respiratoria, mucosas pálidas o azuladas, respiración agitada o con la boca abierta, el gato no quiere moverse o está en estado de shock, se considera una emergencia muy grave y debemos acudir de inmediato al veterinario de urgencias. Si nuestro veterinario habitual está cerrado debemos buscar un centro de urgencias cercano y bien equipado.
El pronóstico suele ser reservado. La enfermedad no tiene cura pero una vez estabilizado, con un diagnóstico y tratamiento tempranos se puede aumentar el tiempo de supervivencia y la calidad de vida del paciente.